
Se apagó anoche la última gota de luz del farolito de la esquina de Rivadavia y Roca en Esquel, mientras la luna más blanca que de costumbre, como un copo de algodón viajero desde las costas del Misisipi lloró su blues esclavo sobre las orillas del arroyo Esquel y las paredes tiñendo de melancolía los ladrillos que sostienen con esfuerzo las melodías de los arrabales negros de allá y de aquí.
Qué carajo entiende la economía de arte, qué mierda sabe el dinero de la poesía, si viene mordiendo, angurrienta, la billetera de los trabajadores que luego de yugarla diariamente ya no pueden descorchar una cervecita y lastrar una simple pizza al son de los rockeros, también laburantes.
Anoche en la esquina blusera de mi pueblo, sentados en el cordón de la vereda con los pies en la calle, en un silencio entre dos corcheas negras, pasaban una botella de whisky de mano en mano Muddy Waters con BB King, Juan Manuel Torres, Luis Robinson, John Lee Hooker y Pablo Mermoud, entre otros atorrantes, mientras sentados en el techo del Bodegón con las piernas colgando apuntando a la vereda, Eric Clapton, también en triste silencio, le pide un pucho a Claudio Gabis que está afinando la guitarra con Buddy Guy que le chifla al oído una canción a Rudy Murua que busca un palo de batería que perdió la noche anterior mientras armaba el escenario.
Y allá, meando atrás del árbol en la sombra de la calle de las sombras, se hace el otario Pappo Napolitano que lo arenga a Rafo Grin para que corten la calle con Matias Aguado, Karlos Karrantza e inviten a los noctámbulos de la música a tocar bajo la noche de las noches el último tango en Paris…perdón, El último Blues en Esquel.
– Fin –
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🎸Escrito el 4 de abril de 2018, en virtud del cierre del @bodegon_oficial
con la bronca de ver que, más allá de ser un emprendimiento privado,
las autoridades municipales carecieron de visión de futuro y
creatividad, para intentar ayudar a sostener un espacio cultural que
atraía artistas de todo el mundo, un atractivo turístico cultural único y
sin precedente🎸