«Domingo extraño»


Tengo una mañana con legañas en el bolsillo trasero del pantalón, y un domingo con dentadura postiza mordiéndole el pescuezo a la resaca.
Los murciélagos del barrio, entonan una opera con los violines de los fantasmas de los grillos que murieron sin saber que murieron. Saben que no saben que saben.
Las veredas, aunque se esfuercen, no son rectas ya. Pero me animo a imaginar una puerta, un picaporte, un viejo piso, una sola silla y la vieja mesa de madera en la que Charles Bukowski escribió su último verso antes de marcharse para siempre, en una borrachera de letras y angustias.

– Fin –

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Equilibrio»


Mañana de sol, escarcha como sombrero de cristal sobre el pasto. Zorzales, chingolos y gorriones anarquistas aletean la llegada del rocío. Gota a gota besan y beben la tradición de las flores a través del néctar los colibríes.
Como el círculo del Buda, la cucharita da vueltas y vueltas en la taza de cacao, mientras el remolino en el centro no cesa. Parece haber un orden entre el adentro y el afuera que no logro descifrar, así que no quiero moverme demasiado para no interrumpir ese equilibrio.
La escarcha cede ante el sol. Casi no pienso, Equilibrio entre el afuera y el adentro.

– Fin –

Calaverita Mateos (Esquel)
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«El ejercicio de Edelmiro Ibañez»


Sin respirar durante dos minutos y veinte segundos, Edelmiro Ibañez realiza su último ejercicio.
Cierra los parpados suavemente. Se piensa, el mismo, como el engranaje detrás de las pupilas que descansan en la cavidad de sus ojos. Luego, imagina mover esa maquinaria biológica en el sentido contrario al utilizado normalmente para ver.
Entonces, las cosas, los objetos (inertes y vitales), comienzan a ser capturadas en imágenes no ortodoxas. Por vez primera, las representación del mundo circundante es percibida en su génesis prescindiendo, en principio, de su efecto. Para decirlo mejor, en la forma que se constituye en la actualidad, en el instante.
Cuando el universo cercano adquiere formas no descritas por las tradiciones orales y escritas, Edelmiro Ibañez levanta los parpados dejando que las energías primarias que habitan detrás de las sombras de los átomos y las moléculas, empapen el cauce de la mirada cayendo en caudales de nuevas informaciones. Datos que ni siquiera las ciencias aun han esbozado.
Los engranajes que son motor de las pupilas se detienen. Edelmiro es piedra y es un rosal en el jardín del vecino. Es el helado en la boca de un niño y también la garra del águila sujetando al roedor. Edelmiro es el emperador Inca sintiendo el sol en su rostro y además es la tinta de Shakespeare derramada en el primer boceto de Hamlet.
Mientras las energías originarias se estabilizan, las formas retornan a su estado actual en la forma que los mortales la percibimos, pero algo no ha regresado con todas ellas. Edelmiro Ibañez no ya está haciendo su ejercicio. Edelmiro ya no está.
Mientras veo por la ventana de mi cuarto, hoy, veo un chimango volando sobre los techos y en su pico transporta una de las pirámides de Egipto de su vértice cima. Entonces arriesgo una conjetura.
Edelmiro es ya, el engranaje detrás de mis pupilas. Detrás de todas las pupilas que osaron leer estos trazos.

– Fin –

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“Amanecer dominical”


Amanece el domingo bajo el rocío musical de las aves que parecieran cantar desde el pasado, mientras los sueños son ya una memoria tuerta, gris, con pereza de afrontar el presente que ya agita sus alas en vuelo hacia el mañana que será cosecha de instantes, de aves cantando rocíos, de sueños que volverán a amanecer en venideros silenciosos y tímidos domingos.

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“Buen día, Yo”


Hoy es un buen día para sacarse el sombrero por ese otro yo que se atreve a decir lo que quienes andamos por la vereda no nos animamos, pero que sin embargo coincidimos casi plenamente ante sus dichos; y de paso agradecer la sacada de sombrero de ese otro yo que anda por la calle quien no se atreve a poner la trucha de la cotidianidad y que, prácticamente, coincide con todo lo que decimos.
Que tal, Yo, lo saludo a usted y a Mi, que tengan un lindo día, se lo merecen.

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“Cementerio de platos voladores”


Las tapitas de gaseosas envases de vidrio, son viejos platos voladores que caducaron su vida útil en un planea lejano. Sus tripulantes, jubilados choferes interestelares cuyo carnet de conducir cósmico no les fue renovado en sus galaxias de origen y lo hacen aquí, en la Tierra, habitan en el interior de las burbujas de gas y suelen llorar cuando los humanos destapamos las gaseosas y arrojamos las tapitas lejos, dejándolos con la tristeza del destierro y la imposibilidad de seguir haciendo lo que les gusta, manejar diminutos platos voladores.

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«Devoción»


Hoy voy a observarme desde la cima de un eucalipto, mientras duermo, como deshojando la cebolla, las capas de piel de los siglos que nos habitan.
Tengo fe que, entre el alba y el atardecer, cuando menos lo espere, me miraré a los ojos mirando el mundo, comprendiendo el universo, muriendo, al fin.

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«La noche de las palabras»

(Sueño surrealista sobre los medios de comunicación)

Noche de las palabras, fueron los dientes de las carabelas del viejo mundo, que mordieron las miradas que nos devolvían el universo en tantas formas como lenguas caminaban estos diversos suelos, hasta ahogarlas abajo de las sabanas del olvido de la historia oficial.
Regresan la noche y las carabelas vestida de hambre de dinero, chorreando grasa añeja, vuelven masticando con voracidad las miradas que nos multiplican, que nos crean, que nos complementan en el ser siendo con el ser es del otro ser que nos es siendo.
El capitalismo nos ha acorralado en el baldío del simbolismo, pero aun nos queda el fueguito en la esquina del barrio de las esperanzas de los Pueblos, desde donde empezamos a pensar, crear, amamantar los nuevos símbolos que nos contendrán y defenderán del avance de las inescrupulosas inmobiliarias uniformes de la distribución de la comunicación, y en el amanecer de los libres nutrirán nuestra lucha la savia de los sabios ancestros que muertos no han muerto y desde las esquinas de los barrios comenzarán a latir los tambores de las voces milenarias en comunión con las voces que gritan en silencio libertad y la palabra volverá a ser palabras y el todo volverá a ser todos y las carabelas levantarán las velas para regresar al viejo mundo asustadas por los rayos diversos del sol de las palabras.

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«Humo de estrella»


En el patio trasero de mis soledades, se erige la montaña de melancolías más alta del barrio de los poetas que tejen sombras y en las noches de licor sin labios cercanos, una estrella guacha de galaxias se posa sobre la pipa con memoria y, mientras fumo su luz tenue de cosmos lejanos, no le llego a los talones, pero al menos puedo oler el aroma del verso que dio vida al cauce de la existencia.

Dibujo de Troche.

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“Lucrecia, la burbuja extraviada”


Lucrecia era una Burbuja de jabón que no conocía cómo, cuándo ni donde nació. Tampoco sabía hacia donde viajaba ya que el viento y la brisa no comprendían el idioma de las burbujas.
Cierta tarde de Abril, Lucrecia flotaba distraída por los aires cuando de repente chocó con un cactus en la Quebrada de Humahuaca. Las gotitas cayeron al suelo y las bebió una langosta ciega que pudo seguir su peregrinación en paz, en cambio, el alma de Lucrecia se elevó hacia el cielo hasta besar una nube gorda y remolona que la cuidó entre sus brazos de algodón.
En las tardes de tormenta, las gotas de lluvia que se estrellan en los charcos de las calles solitarias forman tribus de burbujitas revoltosas que repiquetean una melodía que sube al cielo indicando al alma de Lucrecia el camino de regreso a casa.

Calaverita Mateos (Esquel)
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