“Taza Obrera”


Sea en uso abrazando un café con leche o medio descascarada en la despensa fría, como así también desdibujándose en el horizonte cercano de un viejo patio ejerciendo el oficio de maceta de algún helecho rústico y silencioso; cuando entro en una casa y puedo ver aquel fortachón jarrito de lata, me siento tranquilo y cómodo. Se que estoy en casa de trabajadores.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Nieve, la Dama bella y sabia»


La nieve, esa bella, fría, sutil dama que vino a invitarnos a su fiesta tan hermosa, también nos convida a no olvidar la pulseada de la lucha de clases que sigue vigente, aunque lo blanquito, lo puro, quiera disimular la injusticia de la morocha América.
Niños jugando felices en las calles, sabiendo que al regreso hay una estufa, agua caliente y una chocolatada fortachona, mientras en un rancho de madera del otro lado del arroyo, los copos se abren paso entre las tablas mal pegadas, dos niños con mocos al borde de los labios se aferran a su jarrito de mate cocido, estiran la braza como el aliento mirando los pocos troncos de leña que le sobraron al terrateniente que desforestó su estancia para que corran tranquilos, ibres y fuertes, sus caballos de polo.
Un matrimonio cogotudo, copa de champagne en mano, brindan despechugados desde adentro de su bunker la nevada y le envían por whatsapp una foto típica navidad yanqui desde Esquel a Miami a su cuñado que cuenta dólares de la bicicleta financiera bajo una sombrilla en la playa; mientras tanto una parejita joven de changarines, sin changas, en la barriada morena, ajusta el plástico hasta que pueda cerrar el orificio que oficia de ventana por donde entra el frío, por donde se exilian las esperanzas.
La nieve, esa bella, fría, sutil dama que vino a invitarnos a su fiesta tan hermosa, también nos convida a no olvidar la pulseada de la lucha de clases que sigue vigente, aunque lo blanquito, lo puro, quiera disimular la injusticia de la morocha América.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Viejo tornillo herrumbrado”


Ya no da vueltas como las agujas del reloj, viejo tornillo herrumbrado. Sostiene las quejas de aquel rancho y los huesos de los parroquianos que lo habitan; y aunque la lluvia, el sol y el viento le siguen añejando sus esperanzas, sigue trabajando su destino épico, viejo tornillo herrumbrado.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Libertad»


Los platos con comida en la mesa, unos bigotes de cacao sobre el labio de los niños, tizas multiplicando conjuntos de inclusión en el pizarrón, overoles amaneciendo con el sol, unos abuelitos de la mano caminando sonriendo con la frente alta.
La Libertad no es una palabra, solamente, sino el verbo hecho carne en el plato de comida, el bigote de cacao, las tizas, overoles y las manos entrelazadas.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Soy un cartoncito»


Soy sólo un cartoncito. Equilibro la mesa, cierro la puerta del horno, sin embargo, no me llaman progreso. Quien tenga el alma sensible sabrá de que estoy hablando, soy un cartoncito, un simple cartoncito y que tranquilidad brindo a tu vida.
Soy un cartoncito, no me vengan a hablar de progreso si eso soy yo.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Día del Escarabajador»

– Dedicado a tod@s los Trabajador@s, especialmente a aquellos que son expulsados por perverso sistema capitalista –

En el rincón más profundo de la meseta patagónica, más allá de donde el viento descansa de su viaje, camina a tranco lento y con mucho esfuerzo un viejo Escarabajo.
Tiene sobre su lomo los círculos de los siglos en los arboles petrificados. Anda, hace tres lunas y tres soles, fatigando la arena, esquivando neneos. También, ha logrado esquivar con hidalguía las garras de un halcón y las fauces de un lagarto gris como la greda.
Tiene sed, tiene hambre, pero el Escarabajo sigue su camino de espaldas al horizonte con sus dos patas traseras empujando y empujando una seca bolita de caca de oveja. Le pesa su equipaje, le pesan los años, le pesa la responsabilidad, pero no afloja.
En ese yugar patagonico, en otro punto a cientos de metros de ahí, lo esperan su mujer Escarabaja y dos bellos Escarabajitos con medio otoño de vida. Ellos esperan, ansiosos, la llegada del padre Escarabajo.
Esta será la última bolita de caca que llevará este año hasta su hogar. Tal vez su último año de vida. La trabajará junto a viejos secos pastos, granitos de arena que urgen historia y saliva de sus entrañas. Al fin del día, cuando la luna le de permiso para descansar, terminará de trabajar esos elementos el Escarabajo la casa para su familia.
Sus hijos tienen un techo para resguardarse de las inclemencias de la patagonia. Su mujer sueña que muchos hijos le regalará la vida, luego que los inviernos duerman su siesta.
El Escarabajo bebe una gota de rocío de un calafate. Cierra suavemente sus ojos. Piensa o tal vez sueña (suelen ser lo mismo), que ha trabajado la tierra, ha trabajado su sangre, ha trabajado el tiempo, como así también sus antepasados lo han trabajado a el.
Y en ese soñar, el Escarabajo, imagina a las demás criaturas de ese rincón del mundo, honrando el trabajo que nos trabaja y nos dignifica trascendiendo la historia.

Feliz día del Trabajador para tod@s!

Calaverita Mateos (Esquel)
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“El Zorzal alquimista”


En el patio de la casa donde vivo, una pareja de zorzales ya ha comenzado a tejer su sueño de trascendencia.
Hojitas secas, palitos finos caídos en el suelo y filamentos varios son trasladados metódicamente hasta una cueva natural que se encuentra en un arbusto alto.
En el patio de la casa donde vivo, una pareja de zorzales está construyendo su nido. No quiero molestarlos, apenas observarlos, es tan perfecta, digna y bella la tarea que realizan que me parece advertir en su trabajo el tejido de los destinos delos seres vivos y los objetos inertes de toda la región este verano.
En el patio de la casa donde vivo hoy existe dios, tiene alas y teje sutil universo.

Calaverita Mateos (Esquel)
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“Tod@s tenemo un cacho de artistas, tod@s tenemo”


En la ensaladera de nadas que habita en el penúltimo piso de mis huesos, deshabita un cerebro y se albergan de okupas las dos de las últimas neuronas que quedaron luego de andar perdiendo Bardhal por los caminos de la life.
No me quejo de la ausencia de imaginación a la hora de intentar ponerle el pecho a la tinta y el lomo al papel para hurgar entre las migajas que nos dejan de sobra los escritores “denserio”, en busca de un qué se yo poético que me de medio punto de hándicap y un cuarto de verso más o menos bien parau ante los lectores de lengua pupila filosa; pero es en vano, tengo resfriada la creatividad así que debo conformarme con mentirme a mi y mentirle a usted, estimado consumidor de productos literarios.
Este breve texto que usted está por terminar de leer no le aportará más sapiencia, no le dará una palmada en la espalda de su sabiduría, ni siquiera entrará por la puerta de servicio de los buena gente luego de leerlo, pero puedo asegurarle, sin tenerle miedo a mi colega el ridículo, que al finalizar la última masticada de estas letras sentirá una leve, muy leve sensación, pero sensación al fin, que escribir es también un ejercicio de la espontaneidad y la libertad de los “¿Lo qué?” que se enriedan en nuestra psiquis, teniendo usted derecho, también, a plasmarlo en una hoja o en un monitor, sin que se le caigan las medias de sus vergüenzas.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«La brújula de la bruja»

Direction
En el bolsillo de mis bromas sin hacer, guardo una brújula que me regaló una bruja que bajó de la luna en una burbuja.
Mi brújula señala al Sur, siempre al Sur.
Y, aunque la Brújula que me regaló la Bruja que bajó de la luna en una burbuja, suele ser burlada por las otras brújulas modernas y de plástico, yo se que ella me quiere decir algo nuevo que las otras no saben.
Mi Brújula, en realidad, me anda diciendo que el Sur le está ganando al Norte.
La Brújula que me regaló una Bruja que bajó de la luna en una Burbuja es sabia.
Yo la quiero.

Calaverita Mateos (Esquel)
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