Sus lágrimas eran las más intrépidas y rebeldes que recuerdan mis olvidos. Cuando descendían por la meseta de sus mejillas, emancipándose del desengaño, fabricaban en la piel surcos de esperanzas fantasmas que ni el murmuro de un vals añejo se animaba a nombrar.
Aún recuerdo el la melodía eterna de la pena agua pena que cayó en una gota, besando la vereda de la esquina donde su amor le dijo al oído, no te quiero mas. Adiós.
Calaverita Mateos (Esquel)
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