Una piedrita, en Gualjaina, al borde del cordón en una calle que se desvanece.
Está sola, ya ni la lluvia se acuerda de llorarle compañía. Se seca junto a un barquito de papel que encalló el verano, aquel donde los niños aun jugaban a los piratas en la calle.
Afuera, el mundo sigue mordiéndose con zarna, las balas andan con hambre y en una calle de Gualjaina, el tiempo se ha detenido a beber distancia.
Una piedrita se sueña polvo.
Calaverita Mateos (Esquel)
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