Descansa Milena en la noche que trae aromas de viejos amores.
Los espejos, amarretes como siempre, no le devuelven la sonrisa de unos besos que le dijeron adiós en una estación de trenes.
Descansa Milena. Y las enredaderas del alma no le escuchan los estornudos de sus penas, como asi también, los pañuelos le dan vuelta la cara cuando sus lágrimas sin hombres salen, en vano, a revolear la cartera por la avenida de sus vergüenzas.
Descansa y aún resiste, Milena. En tus rulos y en las orquideas está la esparanza.
No te desmayes, Milena. Sólo espera un poquito mas.
Calaverita Mateos (Esquel)
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