Estoy recostado en el piolín de la vida, haciendo equilibrio.
De un lado, se escuchan bombas de odio y manchas de sangre. En el otro costado, hay aromas a frambuesas y se escuchan sonrisas de niños.
Cierro los ojos, despacito y pienso. Dónde estará Lula, con sus besos que me piensan soñando en invierno.
Pero las lágrimas no piden permiso y caen con urgencia al suelo, formando un charquito de memoria con cosquillas e ironía, que me recuerdan aquella tarde, la más triste de todas, cuando Lula tomó el tren para no volver.
Inspirado en la obra de Troche.
Calaverita Mateos (Esquel)
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