(Leyenda patagónica)

En una esquina del tiempo me encontré mirando mi propia nuca. Recorridos del ser que se despliegan en varias direcciones, en varios planos, hoy me tope con la espalda que antes estaba detrás de mi, imaginé un teje y maneje propias de las normativas del Sutra del Loto, pero no lo acepté, juzgo inadmisible una rueda de karmas que ya cumplieron los giros del destino. No es posible, murmuré, aun quedan muchos arcos por vencer, libros que esperan ser galopados, melancolías que llegaran rigurosamente, sonrisas que derribaran el tedio de las lejanas siestas norteñas.
Quedan muchas ellas por desvestir y beber, ¡Todavía no!… grité, parado sobre el lomo de un choique que corría velozmente por la agitada serenidad de la meseta patagonica.
Era, según la intuición que talla en la percepción ligera de esa corrida, un animal mitológico que suele rescatar de las penumbras, de los charcos sin afluentes de la vida de los poetas que han perdido la brújula de sus musas.
Llegamos hasta la orilla de un río de palabras, de sensaciones y de recuerdos, el choike se agachó a beber, yo también, el reflejo de mi rostro cansado en la superficie de las aguas de la memoria y el porvenir se vio brevemente interrumpida. Una bella cara, una mujer, ella, precisamente.
El Sutra del Loto se desató y los karmas se disolvieron junto a las estructuras leguleyas del destino. El choike ya corría feliz esquivando neneos tras su labor, pensando en ella, las palabras brotaron como el manantial en las arenas ancestrales.
– Fin –
Calaverita Mateos (Esquel)
www.calaveralma.com.at