“La Meseta Patagónica y el Todo o Nada”

(Una deconstrucción para un No a la Mina)

Las cosas, desde las más simples hasta las más complejas, están ahí por sí mismas y también, desde otra perspectiva, porque las palabras las nombran. En esta ocasión pido permiso para aferrarme a esta última teoría, con la salvedad que estos rústicos decires que usted leerá están ayunos de las amorosas e infinitamente útiles herramientas del pensamiento histórico académico, sólo un puñado de miradas con horizontes sin horizontes (Como la mística Meseta me enseñó a ver), que van moldeando las palabras con la gubia del viento y la esperanza del tiempo sin tiempo, con el cual la Meseta también me educó y me educa.

Desde pequeños fuimos edificados desde los dispositivos de los “pensamientos oficiales” en algunos términos, frases que, al pasar, parecen ser simples, inocentes, pero podemos rascar en la superficie e intentar observar desde que posibles fuentes abrevan algunas, más precisamente una de lo que a mi humilde entender es la que más ha calado en una gran parte de la tradición perceptiva occidental, prisma hegemónico a través del cual se construyó un ideario colectivo sobre la región patagónica conocida como Meseta:

“En la Meseta patagónica no hay nada, es un desierto”

Para mi insolvente entender, dos variables (Entre otras) operaron aquí. Por un lado, el canon occidental, tal vez con gran influencia del capitalismo,  por el cual la estética, el goce y “lo mejor” está determinado por la acumulación, cantidad y ostentación. ¿Quien puede negar lo bello, extraordinariamente bello del paisaje cordillerano patagónico?  Su desbordante fuente de vida, espejos de agua, bosques, que nos hace sentir la sensación de vivir en esos clásicos de la literatura fantástica europea.

Ese magnífico escenario del cual nos enorgullecemos de vivir, donde vivieron nuestros abuelos, padres y donde nosotres hemos elegido parir nuestos hijes ha sido históricamente tomado por el marketing turístico como el espacio visible hacia el turista como la “imagen de la Patagonia”, obviando las otras realidades geográfico históricas tales como la mencionada “Meseta Patagónica”. Por suerte, desde hace un par de décadas , algunos locos y locas han desarrollado una tarea muy solitaria, sumando a la ya preexistente propia mirada de los pobladores originarios y rurales, poniendo una lupa, un micrófono, un altavoz para intentar doblar el canon occidental de lo “bello, lindo, majestuoso, estético, productivo, histórico, etc” interpelando el ojo hegemónico, para que éste se permita ver, desplegar, ampliar y disfrutar de otras posibles percepciones de las realidades circundantes.

Volvemos unos pasos atrás y tomamos por un ratito dos téminos: “Desierto” y “Nada”. Por un lado, la categoría desierto alude, en gran parte del imaginario creado por los dispositivos culturales occidentales, a un espacio geográfico hostil, improductivo, casi invivible. Por otra parte, el término “Nada” nos coloca frente a un escenario vacío, carente de vida, historia, objetos inertes y objetos vitales, pasibles de ser “llenados” de cualquier forma.

Bien, estas dos simples palabras, conjugadas en un engranaje “marketinero” desde los poderes reales, permitió llevar adelante con la mal llamada (Uso claro y tendencioso del lenguaje) Campaña del “desierto”, que como ya casi todes sabemos, se trató de uno de los genocidios y robo más brutal conocido hasta el momento, arrasando con gran parte de la vida e historia de las naciones preexistentes al estado argentino y, curiosamente, allanando el camino para que intereses económicos foráneos, linkeados con poderes entreguistas locales, pudieran desarrollar sus intereses productivos precisamente en esas supuestas tierras improductivas.

Para no aburrir, por último tomo la palabra “Nada” con la que se describe de tanto en tanto la Meseta patagónica. Aquí, no voy a ahondar en detalles ni observaciones históricos, sino una simple invitación a que usted imagine lo que, quien aquí escribe junto a sus hijes y compañera, pueden observar en un simple paseo, entre tantos otros que venimos haciendo hace décadas, atesorando amistades de familias originarias y pobladores rurales que nos han tallado en una deconstrucción por la Meseta Patagónica, que no para de sorprendernos, de crecer, de desplegarse constantemente ante nosotres en una infinita serie de sorpresas que se multiplican sin cesar. Por ejemplo, esta “Nada” desde una simple ventanilla de un auto o de una breve caminata nos permite observar, más allá de la ganadería de los pobladores. Entre otros,  paisajes y colores en una geografía que hipnotiza, entre cañadones rocosos, sierras pintadas naturalmente por una gama de colores que no cesan y planicies que nos educan en el horizonte de las posibilidades. cóndores, jotes, águilas, halcones y una variedad inagotable de ave, también  chinchillones, choiques, reptiles de varias especies, pumas, guanacos, decenas y decenas de insectos, peces diversos en su columna vertebral liquida llamada Rio Chubut, como en sus arroyitos e hilos de agua dispersos por su extensa geografía. Súmele a esto una conjugación de materia prima, entre la originaria y la producida por sus habitantes,  la  que he tenido y tengo la suerte de disfrutar cada vez que voy, entre otras, legumbres, cereales, hortalizas y verduras de las más variadas, uvas de viñedos que prosperan, guindas, cerezas, frambuesas; tengo aun el sabor de las sandías, melones y no muchos saben, el placer de comer kiwis (Aparentemente solo aptos en el caribe) y podría seguir así durante horas.

“En la Meseta patagónica no hay nada, es un desierto”. Parafraseando la actualidad, qué “fake news” tan instalada que ha permitido hacernos creer que ese espacio geográfico histórico puede ser llenado con cualquier cosa y a cualquier costo. 

Bueno, disculpe si lo aburrí con este planear por estos sentires y decires de poca monta que, no tiene otro humilde objetivo que contribuir a deconstruir, al menos un poquito, esa construcción cultural que han realizado estratégica e históricamente sobre un rincón del mundo tan, pero tan rico, ocultando sus mismos potenciales, para no permitir que lo llenen con cualquier cosa y que esa cosa se lleve lo que ocultó, para dejarnos de ese modo una verdadera “nada” y “desierto”, que no podamos disfrutar desde nuestra expansión del Ser, nosotros y nuestras próximas generaciones.

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