(RAE, Real Academia de la lengua Esquelense)

“La Conch’ Supico”
El Pastor evangelista Robert Palmer, luego de uno de sus viajes por la Patagonia escribió el libro “Esquel, tierra inculta”, aduciendo que el idioma que allí se hablaba, aunque tenía raíces en el español, había sido corrupta por la lengua del Diablo. Una parte de ese libro reza textualmente:
“…Cierta noche quise degustar un salmón con salsa de hongos. Entonces decidí entrar en un restaurante del lugar. Al ingresar en el local, al cruzarme con un parroquiano que egresaba del salón comedor, pisé sin querer su pie izquierdo, hecho que produjo la inmediata respuesta del levemente lesionado, con una verba hija del mismísimo Belcebú: ay, me pisaste la pata, la concha de tu pico…”
El libro de Robert Palmer fue best seller en Japón y la élite cultural de la época, signada por la impronta de las religiones dominantes, creyó entender que el habla de los esquelenses estaba viciada por la obra sexista y pervertida del Demonio, pero un héroe de nuestros pagos, el Filósofo presocrático y Mecánico de relojes con jueguitos, Tito Fredes logró rebatir la mala prensa a través de su libro “Qué pedazo de pelotudo ese Robert Palmer”, donde explicaba el origen verdadero y sensato de «La Conch’ Supico». Según el pensador local, a principios de siglo, llegó a Esquel en el marco de una gira mundial, el pianista francés Oscar Laconsh y su mujer Susan Desupick, que cantaba canciones sensuales sobre el piano de su esposo. El afamado dúo realizó su primera presentación en Bar “El Pacheco” con entradas agotadas, hecho que obligó a las autoridades municipales a contratar a Laconsh & Supick por 76 shows mas en el Pacheco y 23 más en el Estadio Municipal, con un éxito inigualable en toda la historia de Esquel.La estadía de la pareja francesa fue tan gratificante que ambos, al regreso de la gira, sacaron un disco en vivo en el Pacheco dedicado a Esquel bajo el titulo:
“Fredes tenía razón, el Robert Palmer es un pelotudo”
Al finalizar la emotiva estadía en Esquel, Laconsh & Desupick partieron por la ruta seguidos por una caravana de fans que desde sus autos, bicicletas y catangos, con llantos de dolor y tristeza, gritaban sin cesar hasta cerca del cruce con Gualjaina:
“Ole ole ole ole, Laconsh Desupick”.
Los niños que fueron parte de aquella mítica caravana recordaron aquel momento y, específicamente, aquellos cánticos de dolor y tristeza de toda una población, con una interpretación propia de la edad y de los modismos hijos de la región, transformando los apellidos franceses de Laconsh y de su mujer Desupick al esquelense nativo:
“La Conch’ Supico”
Teoría que echa por tierra la hipótesis del Pastor evangelista Robert Palmer. De ese modo, el trabajo natural de la tradición oral patagónica hace llegar hasta nuestros días la expresión que, algunos menos algunos mas, utilizamos en cada ocasión que queremos manifestar un profundo dolor físico y espiritual, homenajeando (consciente o inconscientemente) a aquellos adorables artistas oriundos de Francia que engalanaron nuestro Pueblo y, desde aquí al mundo, nosotros, con nuestro vasto y rico idioma con la frase que inmortalizó nuestra bendita identidad:
«La Conch’ Supico”