(Maradona, la subversión del deporte y el arte)

De tanto en tanto, Doña Parca acierta un guadañazo y se lleva consigo algún wacho o wacha de esos que pasan por la vida con ganas de jugarle una pulseada a la trascendencia; pues bien, por estos días anduvo con puntería la muy turra y nos pungueó los rulos más queridos de esta enrulada Latinoamérica.
No voy a entrar en análisis sociológicos, políticos ni morales, creo que en el chabón de Fiorito habitaron las mismas virtudes y miserias de la ensalada humanidad, pero potenciadas con un acoplado y medio de TNT. Aunque me voy a permitir rascarle el lomo a las palabras, para que se desperecen de aquello que nombran y nos devuelvan un cacho del más allá de sus mismas significaciones.
Diego Armando Maradona ejerció de manera única, tal vez irrepetible, la subversión de los términos contemporáneos “Arte” y “Deporte”, por un lado zapateando un chamamé sobre línea divisoria entre estos dos compartimentos aparentemente estancos, logrando que sus piernas, esas dos Macetas con Pincel, en lugar de botines, esgrimieran con desfachatez sobre el lienzo rectangular de pedregullo y más tarde de césped, trazos que gambeteaban por momentos las duras instrucciones de las leyes físicas y en otras ocasiones generara posibilidades fácticas desde las imposibilidades abstractas del razonamiento de quienes aún andamos haciendo pan y queso para ver quien elige primero los compañeros de equipo en un picado.
Esas dos Macetas con Pincel permitieron de manera gratarola acercarnos el sentido de la estética y la belleza del cuerpo en comunión simétricamente equilibrada, salvo cuando algún medio de comunicación con la panza gorda y el culo sucio, metía el hocico en la pantalla y garroneaba la accesibilidad a los partidos donde el Diego dibujaba sus cuadros.
Estoy convencido que esas dos Macetas con Pincel, eran capaces de cancherear la ostentación de ese ramo de dones que le tocó en la repartija y abonados con laburo de sol a sol, al tener también otra cualidad extraordinaria, la de poder, cual dron, despegar del cogote su privilegiada capocha y hacerla planear o colgarla de algún gancho invisible del cielo y, desde allí, calzarse los calzones de un Kasparov o Bobby Fischer para chusmear la cancha como si se tratara de un observador foráneo de la partida, pero con el joystick conectado al desarrollo del juego.
Se fue Diego Armando Maradona y con él, dos Macetas con Pincel que sublevaron los conceptos de Arte y Deporte. Como dije alguna vez, Borges, el cieguito volador, es una herramienta infinita para desactivar el ingenio y la imaginación al servicio de las mayorías. El Diego es, también, otra de nuestras herramientas latinoamericanas para derribar los cánones y limites que otras perspectivas culturales diagraman, expanden e instalan como verdades y encuadres de lo posible.
Dos Macetas con Pincel nacieron desde donde el barrio se subleva y, desde esa orilla de las orillas, gambeteó el positivismo occidental desde su adoctrinamiento racional y hegemónico, mirando el todo desde las piernas y éstas reescribiendo en perfecta sincronía con una lengua compleja que se expresa a través del oficio del cuerpo, la mente, el espíritu, plasmando un sentido de la estética que logra hacer tambalear el podio de lo establecido, brindando el canal para reescribir la historia desde las páginas del deporte, del arte, del pensamiento mismo que emana de esas dos esferas que fueron usadas por las Dos Macetas con Pincel crear un planeta que recién empezamos a descubrir.
Fin
Ilustración del gran Costhanzo, basado en el gol a los ingleses con relato de Victor Hugo Morales.