“Disculpame, mi Amor, he fracasado” (Para Gaby Novas​, la Mujer de mi vida, en el día de su cumpleaños)

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Hola, que tal, como andan. Disculpen que hable bajito, es que quiero que no me escuche nadie para que no se entere una mujer en particular que acabo de regresar de hacer algunos trámites para conseguir algo para su cumpleaños y la verdad es que he fracasado rotundamente.
En primer lugar, aprovechando la ceguera de la noche y el ronquido de la ciudad, trepé hasta el cerro Nahuel Pan, esperé tranquilo hasta que pasó un cometa y de un salto pude enguacharle la cola. Me llevó a dar dos vueltas y media por la galaxia hasta que se cansó, dejó de corcovear y, una vez domado, logré que cabalgara las estrellas hasta llegar a la luna. La rodee con un cordón de plata y la bajamos al planeta Tierra, a Esquel, precisamente hasta la dirección donde dormía la mujer en cuestión. Otario yo, que no medí la circunferencia de la Luna, cuyo tamaño me fue imposible pasarlo por la puerta de entrada, ni que decir de la chimenea. Fui un fracaso para regalarle algo que la enamorara.
En medio de la helada, recordé que las noches de frío en los bosques de maitenes, cuando las lechuzas cantan tangos antiguos, suele aparecer un unicornio azul comiendo barbas de los arboles. Unicornio azul, supongo que cualquier princesa desearía tenerlo. Pues bien, luego de andar y andar por la cordillera encontré el bosque de maitenes, las lechuzas tangueando y allí, morfando esa barba que cuelga de los arboles viejos, estaba el unicornio azul, pero lamentablemente llegué tarde, un tal Silvio Rodriguez había llegado antes. Charlamos un rato, me di cuenta que Silvio se hacía el gil disimulando el fresquete que tenía, así que opté por invitarlo a el con su guitarra y al unicornio azul a tomar unos mates a casa, mientras esperábamos que se levanten todos. Lamentablemente, ni un unicornio azul le pude conseguir a la mujer más bella de la comarca.
Sabiendo la proximidad del amanecer, recordé lo que contaban los antiguos pobladores de Esquel que, si uno chusmea por su boca, podrá apreciar que todos los personajes de la literatura clásica habitan en un mundo fantástico allí dentro. Esta es la mía, me dije, comencé a los gritos a llamar a Romeo y Julieta, a Cenicienta, Alicia, para que se acerquen y me den una mano, un consejo sobre que regalarle a la mujer que amo. Se encogieron de hombros, la verdad muy poco creativos los personajes, pero al verlos tan aburridos y viendo que el sol asomaba el cogote por encima de las montañas, los invité a casa, ya desilusionado, a tomar unos mates que seguramente Silvio Rodriguez estaba preparando. Debo admitir que no contaba que se colaran tantos personajes detrás de los personajes, y ahí venía yo por la avenida con la Cenicienta en una calabaza gigante tirada por corceles, mientras hadas madrinas revoloteaban alrededor, en el asiento de atrás y sin perder tiempo, Romeo y Julieta se habían trensado en un beso apasionado y Alicia, con el conejo en brazos, reía a carcajadas festejando los chistes de un gato que aparecía y desaparecía, sin dejar de sonreír. Si, ya se, no me digan nada, fracasé estrepitosamente.
En caravana y con algo de sol, llegamos a casa, el boludo de Silvio Rodriguez se puso a cantar algunas de sus canciones y había despertado a la Mujer de mi vida en su su cumpleaños. Me dio vergüenza saber que había fracasado en conseguirle un regalo digno de la Mujer más hermosa del mundo, así que junté valor y le pedí disculpas por no poder obsequiarle nada de lo que merecía, le prometí que durante la mañana iba a sacar la Luna que estaba posada en la chimenea que no había podido meter en la casa. Que no se enoje por tener un caballo azul con un cuerno en el jardín, al menos iba a comer el pasto alto y seguramente el loco de la guitarra, Silvio, una vez terminado su recital íntimo para nosotros se lo llevaría nuevamente al bosque de maitenes. Le pedí perdón por el bullicio en el patio, mientras los enanitos de Cenicienta buscaban un zapatito que le faltaba y Alicia preparaba una torta llamada “País de las maravillas”, con la ayuda de Romeo y Julieta que habían decidido no suicidarse y comprometerse eligiéndonos a nosotros como padrinos de la boda.
Disculpame, mi amor, sabés que todo lo más lindo que tengo en este barco llamado vida, te lo debo todo a vos y yo he fracasado al no poder ser original y conseguirte un obsequio único para vos, así que te prometo sacar todo este barullo del jardín, del patio, y a este pesado de Silvio que no para de cantar, para que no te enojes, sólo me queda este abrazo, este beso y decirte que te amo hasta la luna, perdón, está muy cerca ahora, mejor te quiero hasta las estrellas ida y vuelta, y en tus manos dejo este Te Amo con sabor a chocolates y helado de dulce de leche y frutos del bosque.

Calaverita Mateos (Esquel)
www.calaveralma.com.ar

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