En un tiempo muy otro y muy lejano las jirafas tenían cuello corto y buscaban en la tierra cosas dulces para su glotonería.
Un día, la leyenda urbana de la época dijo que la luna estaba hecha de caramelo.
Y las jirafas levantaron la vista al cielo, deseando paladear ese disco blanco mutante y tentador.
Y la vida siguió («como siguen las cosas que no tienen mucho sentido», diría el maestro Sabina)… y hoy la ciencia no puede explicar la evolución desarticulada de las jirafas, que hoy elevan sus largos cuellos buscando dulzuras en los árboles.
Desde la luna llena de caramelo un conejo las saluda.
(María Mirta Rodríguez)