“Otra vez segundos, no hay caso somos unos fracasados”

(A la selección argentina y los infinitos potreros antiglobalizadores)
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Quiero más ladrillos en los baldíos y pantalones cortos atrás de un cacho e’cuero jugando a sus superhéroes que ganan ganando a pesar de la lógica neoliberal.
“Son unos muertos y pecho frío”, dice la señora, mientras tantea las bananas en la verdulería, tal vez sin haber pisado un potrero en su vida ni saber para qué sirve, por ejemplo, la media luna del área grande de una cancha de fútbol. Estas frases no son azarosas, no nacen por generación espontánea, tienen su perfecto génesis en la estructura simbólica tejida en las usinas neoliberales de los medios de comunicación que funcionan, o deben funcionar para subsistir, con la aniquilación absoluta del pensamiento crítico y, si me apuran, también de los suaves ejercicios del intelecto.
No voy a detenerme en aspectos técnicos de uno o varios campeonatos, sólo deslizar un pase al medio de su sabiola para dejar sentado en el banco una mínima claridad al respecto antes de seguir. La selección nacional hace mucho que no obtiene el primer puesto, si claro está, decenas de veces entre los cinco mejores del mundo, entre los dos mejores del mundo, siempre entre los mejores del mundo, eso sí, no primero, es decir “no obtuvo resultado”. Claro, el resultado ha sido cooptado, corrompido y absolutamente monopolizado como termino neoliberal relacionado a la productividad por un lado y al descarte por el otro. El problema central es que no estamos hablando de electrodomésticos ni chacinados, sino de personas, deportistas, y en muchos casos adolescentes cabeceando la juventud. Personas, ni más ni menos.
Estos cracks nos regalan jugadas cósmicas, pases dignos de la alquimia y la magia, goles que Picasso querría pintar, actos de caballerosidad, hidalguía, solidaridad, fraternidad, dignos de los hombres más reconocidos de la historia, pero eso sí, estos pelotudos no salen primeros. Sus llantos y miradas hacia un horizonte que les suelta la mano en las finales perdidas parecen no convencer a muchos sobre la entrega en cuerpo, alma y vida con tanta corta edad. Hechos de hombres de bien que cualquiera de los inquisidores y jueces futboleros que me encuentro en cada baldosa de la vereda no podría ni siquiera imaginarlos, mucho menos intentar llevarlo a la práctica en su casa, en tu trabajo o simplemente en la misma vereda junto a los peatones.
Obviamente que quisiera que la selección argentina sea eternamente campeón único. Ese razonamiento es simple y es imposible compartirlo, pero lo invito a gambetear el pensamiento único, resultadista y ayuno de sensibilidad humana, desplegando todas las virtudes futbolísticas que estos soldados del pasto nos regalan, esos gestos de valentía y humanidad que no sólo nos hacen más fuerte como sociedades, familia, grupo de amigo, barrio, pueblo, nación, sino que también nos fortalece como deportistas, macho!…segundos no es perder, es ser uno de los mejores equipos entre centenares de selecciones, pertenecientes a millares de clubes entre millones y millones de jugadores que patean este planeta y ellos, estos 11 héroes nos mantienen en lo más alto de la calidad que, hasta el sistema neoliberal puede pretender, sin embargo intentan hacernos un full en el ánimo del sentir nacional con sus tapones afilados para lesionarnos de frustración y pretender que creamos que no llegaremos a ser…a ser…¿a ser qué?…¿primeros?…si, seguramente seremos alguna vez primeros y otras veces no, pero lo más importante es saber que mantenemos una identidad de trabajo, de solidaridad, de crecer colectivamente sin que nadie quede excluido, es decir que en las diferencias y la diversidad podemos entrar y salir de la cancha de la vida sabiendo que ganar es el sudor de pasar por estos dos tiempos de taquito con alguna tristeza en contra, con alegrías de cañito entre las piernas de un adversario que es global y contundente, pero no invencible.
En cuanto a vos, León, digo Lío, Lionel, Messi, no le des bola a la gilada, seguí regalándonos magia latinoamericana con olor a potrero y picardía, que aquellos que te tildan de flojo de personalidad seguro quieren ver a una personalidad llena de maquillajes, gel desde el pelo de la cabeza hasta el pelo del culo posando para una cámara de televisión que transmitirá una publicidad para todo el mundo que sostendrá las arcas de una campaña de financieros internacionales que irán en busca de niños para desarraigarlos de sus familias, de sus pueblos, para exprimirlos hasta sacarles (en los pocos casos que lleguen), hasta la última gota de sangredolar y crear mediáticamente la estructura social mediante la cual aquellos que no producen el “resultado” optimo serán descartados y considerados segundos, deshechos de la sociedad, inservibles que no merecen un lugar entre nosotros y serán arrojados a los tentáculos de la frustración, también inoculada desde usinas foráneas, manteniendo la rueda macabra girando y girando para mantener un sistema devastador culturalmente y por ende económico y político que sólo se sostiene ante la división de los oprimidos.
Disculpen si los aburrí, no era la intención, sólo quería tirarles un centro desde este corner del mundo, mientras me calzo los Sacachispas y me voy con los chicos del barrio a la esquina. Quiero más ladrillos en los baldíos y pantalones cortos atrás de un cacho e’cuero jugando a sus superhéroes que ganan ganando a pesar de la lógica neoliberal.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«EL TRUCO»

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Cuarenta naipes han desplazado a la vida.
Pintados talismanes de cartón
nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña
va poblando el tiempo robado
con floridas travesuras
de una mitología casera.

En los lindes de la mesa
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza.

Una lentitud cimarrona
va demorando las palabras
y como las alternativas del juego
se repiten y se repiten,
los jugadores de esta noche
copian antiguas bazas:
hecho que resucita un poco, muy poco,
a las generaciones de los mayores
que legaron al tiempo de Buenos Aires
los mismo versos y las mismas diabluras.

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)

Calaverita Mateos (Esquel)
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«MAIL DE ÁNGEL URANGA A Calaverita Mateos por SUR REALISMO – Almacen de mambos generales»»

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«Mauro
Estaba en deuda con vos porque ni bien leí o relojié algunos párrafos tuve la eufórica impresión de saludarte. Demoré en leerlo, porque además la poesía -creo yo- no se lee de la primera a la última página como ocurre con una novela, por ejemplo, y porque además, soy un «lector salteado» como decía el gran Macedonio, porque Sur Realismo es poesía, es prosa poética, es decir, poema en prosa.

Y ahora que sigo leyendo te transmito mis impresiones porque el amigo Pablo me pregunta por lo mismo:
Qué soplo de aire fresco que viene del Nehuelpan para el achatado ánimo patagónico, qué inspirada desfachatez al mejor estilo Oliverio Girondo, qué bueno sacarse el chaleco de la solemnidad, el énfasis nostalgioso, la seriedad literaria de la escritura del Sur.
Hay, sin duda, un aire vivificador que despeja el cerebro con telarañas de «los sentados» y convoca a entonar «algo que sepamos todos», porque hay un ritmo relajado para gozar de un lenguaje zarpado, burlón, callejero.
Tu «almacén» es otro ejemplo de lo que para mí es el «Sur-realimo patagón» (ver «Lectura patagónicas» en Remitente Patagonia).
Me impactó el despliegue de ingenio en el decir-pensar-escribir y el trasfondo irónico de tu escritura. Signo sin duda de alguien que la piensa lunga y percibe, no se cuán lejos o cerca, el abismo. El abismo en el sentido nietszcheano, digamos, la nada, el caos sobre el que viajamos en la vida.
Con ese optimismo transgresor tu «Almacén» me hace sentir bien (me siento bien- a pesar de todo- me siento bien) al transmitir buena onda, positividad plena, alegría de vivir. En ese Almacén hay en sus páginas-góndolas una sucesión de textos que ofrecen (pasen y vean) alegría de vivir, que ofrecen detenerse en las insignificancias, en los invisibles e inombrables acontecimientos que nos traspasan, en estar atento al abrupto satori, al momento de iluminación rimbaudeana.

Che Mauro «calaverita», me cagó de gusto visitar tu raro Almacén. Al final las sonrientes (¿de frío, de muerte?) calaveritas, creo que del linaje de Guadalupe Posadas, oficiaron como ángeles inspiradores.
Yo, el ángel patagón»

* ÁNGEL URANGA, 1944. SIERRA NEVADA. CHUBUT

Ángel Uranga es un escritor chubutense, que vive en Comodoro Rivadavia y tiene una dilatada y prestigiosa trayectoria en el mundo de la escritura, tanto en nuestra provincia como en el resto del país. Sus obras de ficción como sus ensayos, hace mucho tiempo que están instaladas como una referencia insoslayable en el ámbito de la literatura patagónica.
Ángel Uranga ha editado los siguientes libros:

*Cinco siglos de Derechos Humanos y Leyendas Negras. 1992

*Desde la diferencia. 1997

*Fragmentos de un texto inconcluso. Los poemas de Omar Terraza (ensayo 1997)

*Viaje al Pozo – 1999

*El Eco de la Letra y Escritos al margen (Ensayos patagónicos) (1997-2011)

*Memorial de la tribu – Reseña histórica de Comodoro Rivadavia y cronología. 2001.

*Sombras nómadas en la meseta.

*Cuatro relatos patagónicos I y II (ficción 2004/5)

*Diario Apócrifo de un Riflero. Chupat 1885 (Novela histórica 2005)

* Análisis crítico sobre: «El Complejo Tehuelche» de Federico Escalada. 2010.

*Vencedores vencidos. Cronología del movimiento huelguístico en Santa Cruz de 1920-1921.

Además de múltiples colaboraciones en revistas literarias y en diarios de la zona.
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Calaverita Mateos (Esquel)
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«ABUELAS Y ABUELOS LEE CUENTOS»


Recordamos la visita de Fabiana Garzonio junto al grupo de Abuelas y Abuelos lee cuentos, entre ellas, Ana Maria Gauna, Cristina Landeira, quienes nos desplegaron su mundo de lecturas y trabajos en distintas escuelas, organizaciones, etc.

Calaverita Mateos (Esquel)
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«YO»

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La calavera, el corazón secreto,
Los caminos de sangre que no veo,
Los túneles del sueño, ese Proteo,
Las vísceras, la nuca, el esqueleto.
Soy esas cosas. Increíblemente
Soy también la memoria de una espada
Y la de un solitario sol poniente
Que se dispersa en oro, en sombra, en nada.
Soy el que ve las prosas desde el puerto;
Soy los contados libros, los contados
Grabados por el tiempo fatigados;
Soy el que envidia a los que ya se han muerto.
Más raro es ser el hombre que entrelaza
Palabras en un cuarto de una casa.

(Jorge Luis Borges)

Calaverita Mateos (Esquel)
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«Alicia en el Esquel de los Surrealismos»

Una lectura de SurRealismo, almacén de mambos generales de Mauro Mateos, realizada por Daniela Della Bruna, para REMITENTE PATAGONIA:
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Recortándose desde un agujero negro; de esos que el Universo esconde para que tropecemos los distraídos; una puerta, un hombre, tal vez mirando por una cerradura, libro en la falda, silla de madera, máscara de hombre colgada en el respaldo, máscara de calavera en la nuca, espía, tal vez, a los que se acercarán a ese mundo que ha soñado.

Abrir SurRealismo es caer, abducida, como Alicia, a una dimensión que a ratos parece paralela y a ratos absolutamente cercana. En estas líneas intentaré contar el autosecuestro de una lectora dentro de un libro.

Primer momento, caída, confusión, estremecimiento… y de golpe, esa voz, el narrador que te asalta, te sujeta y te lleva a empaparte de magias inesperadas. Sin decidirme por donde arrancar, elijo títulos al azar y me pierdo en historias legendarias, en lugares precisos que esconden secretos, en amores varios y definiciones existenciales. Entonces retomo caminos, desde el principio, como un niño en un parque de diversiones que no quiere perderse nada, y voy en orden, pero es imposible, los relatos se hacen laberinto, se me escapan los intentos de sistematizar la búsqueda, se me ríen los fantasmas que habitan las páginas.

Y entonces me rindo a la magia, suelto las riendas, entiendo que es esa voz la que debo seguir, avanzando, retomando senderos, navegando ríos patagónicos, volviendo a la ciudad, paladeando un lenguaje único y siendo, finalmente, la niña que goza con el descubrimiento y palpita cada sorpresa.

Redescubro el Esquel que apenas conozco, se me pone la piel de gallina cuando paso por la casa de la Alberdi; y después, en el reloj de la esquina de la Bolsa de ski, intento hacer trampa para dar un primer beso, pero no funciona y me conformo con mirar a las parejas de ancianos, sigo con la vista, siempre escondida, los barquitos que llevan las cartas por la calle pena, y con más suerte, me hamaco por un instante en el columpio parca; los mrundris me muestran cómo se completa el ciclo de la vida, y no atino a subir las escaleras en ese ranchito de la Aldea Epulef donde se esconde el origen del Universo; es que antes pasé cerca del loco Mario y el humo me dejó algo aturdida, pero tranquila, porque Atilio sigue moviendo los planetas para hacerle una gambeta al cometa que amenaza. Aparece Esquel, entonces, resistiendo la globalización, con el cartero que se reinventa adornando las cartas que en algún momento se volvieron magras.

Me llama, después, el embrujo de la luna que tiene un ratito de descanso, y veo a Emilia y al diariero atravesar el cosmos en bicicleta, envidio un ratito a los amantes que hacen cucharita, y veo cómo el destino se juega en las piernas del tiempo. Y en la tierra, sonríe la aljaba y me lleva a recorrer el lago Futalaufquen, el río Arrayanes y el lago Verde.

Del otro lado, el amor… un Don Juan que lucha con la sombra de un beso, noches de sexo en un enero norteño, o cerca del mar, mujeres que se entregan y después se van, esquivando el mañana, mujeres danzantes, caderas contundentes, besos en la espalda. Gringas de encuentros furtivos y princesas que dejan la bombacha en la canilla del baño, y otra rara, como encendida. Y después La Mujer, que deja un rato los dolores para pintar en el patio. Y la mujercita revoltosa, que cierra el círculo, con una ternura infinita.

El lenguaje, por otro sendero, se edifica intenso. Entonces entiendo qué es esto de “más ratito”, o “la re cantidad”, pero también me encuentro con el lunfardo, y con los laberintos, los destinos y el juego con el tiempo. Se aparecen Borges, Shakespeare, el Negro Fontanarrosa…

La muerte sobrevuela, en el arroyo del barrio estación, en el columpio parca, con Emilia Y María Elena; y en varios lugares danza el juego con el sueño, nunca tan preciso como en el Día del escarabajador.

Me encuentro con la poesía, pidiendo pista para hablar del mate, de la lluvia, de las mujeres, y el exquisito Vaivén, donde me quedo un buen rato, rumiando un embeleso.

En este viaje de colores, paisajes, campo y ciudad acompaña el tango y el psicoanálisis, el fútbol y la filosofía. Y todavía se esconde, ese que lleva la voz cantante, entre los objetos mágicos, la silla con alas, el ejercicio de Edelmiro Ibáñez, feriados lisérgicos, banderas con calaveras y las migraciones del amor.

Pero lo encuentro, antes esquivo y ahora contundente, en definiciones existenciales que no se pasan por alto. Ese toque antisocial, Exorcismo literario, A pesar de mis cabronitudes, Un cabrón con remos de papel, Nosotros, plastilinas locas con patas; son piezas que diseminadas entre el universo calavera nos hablan de quién es quién habla, por qué escribe, qué lo desvela y lo configura, su defensa de la soledad. Y también, en esa biblioteca desordenada, encontramos las lecturas que lo alimentan, y lo inscriben en ese texto infinito del que formamos parte.

Quién ya leyó este libro dirá con justicia que me quedo corta, pero tendrá que darme un changüí, el almacén tiene algo de ese Aleph que se dibuja en algunas de sus historias, y es imposible, en la linealidad arbitraria del lenguaje, transmitir completa la experiencia. Así que los desafío a contar otro pedacito del viaje, y a los que todavía no lo emprendieron, que se tiren sin esperar que haya red, y disfruten de una caída libre en el cielo calavera.

CONCURSO CALAVERALMA (OCTUBRE) Elegi vos al GANADOR

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En un tiempo muy otro y muy lejano las jirafas tenían cuello corto y buscaban en la tierra cosas dulces para su glotonería.
Un día, la leyenda urbana de la época dijo que la luna estaba hecha de caramelo.
Y las jirafas levantaron la vista al cielo, deseando paladear ese disco blanco mutante y tentador.
Y la vida siguió («como siguen las cosas que no tienen mucho sentido», diría el maestro Sabina)… y hoy la ciencia no puede explicar la evolución desarticulada de las jirafas, que hoy elevan sus largos cuellos buscando dulzuras en los árboles.
Desde la luna llena de caramelo un conejo las saluda.

(María Mirta Rodríguez)

CONCURSO CALAVERALMA (OCTUBRE) Elegi vos al GANADOR

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Los sueños de Rita

Cada noche, cuando los sauces lloran de pena, Rita se acerca a su orilla para agitar las caderas al ritmo de los murmullos de la luna. El silencio logra acallar el sonido de las bandurrias y sólo están la bella mujer frente a la laguna y su reflejo, quién le confirma el paso de los años a la sombra de su tristeza. Todo es quietud. Mientras una suave brisa inunda sus recuerdos con sabor a caramelo, en su mente algo la intranquiliza. De pronto se escucha un ruido que la deja inmóvil y asustada cubre su rostro. Pasados unos minutos se anima a espiar por el ojo de la cerradura que forman sus manos. Quita la derecha, luego la izquierda y al final con las dos al mismo tiempo se refriega los párpados una y otra vez para dar descrédito a su asombro. El ruido es cada vez más fuerte y en sus oídos sólo retumba un clin, clan, clin ensordecedor. Acosada por la curiosidad, toma coraje y decide ir tras el delgado surco de los ecos que la lleva hasta él. El parpadeo de sus ojos se hace constante tras la sorpresa cuando descubre que son ellas, las tres jirafas azules que habitan sus sueños de niña. Igual que en su infancia allá en la tierra fértil, las ve llegar en una bicicleta muy despintada. Como antes, como siempre… Vienen a contarle el nombre de su destino, aquel que mece el viento, antes que acabe el otoño.

(Mariela Sandra Bona)

CONCURSO CALAVERALMA (OCTUBRE) Elegi vos al GANADOR

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Encendí mi silencio con el color tu ausencia inagotable, recorrí mi garganta como un caramelo desdoblándome, infierno abajo; como el viento tibio de la habitación le dibuja una jirafa con las que te trae en el vientre. Descalzo de tiempo tiemblo los relojes de tu vuelo inmóvil… cierro los ojos y espero volver a verte con la luna.

(Bruno L. Méndez)