
A mitad de la cuadra de mi barrio, resiste una vieja pared de ladrillos, algunos masticados por la lluvia y el viento, otros rasguñados por el tiempo.
Conviven en su ser amarillos ladrillos viejitos y enfermos, también los hay naranjas oxidados. Sobreviven estoicos, unos desteñidos con barba vieja de cemento salpicada en sus rostros, sin embargo, a pesar de sus diferencias y ubicaciones en la pared, cada uno de los ladrillos saben que uno es la pared y la pared son todos.
En mi barrio aún se sostiene de pie una vieja pared de ladrillos, sus páginas gastadas añoran un pedazo de carbón, una mano que escribió en su piel «Felis cunplaño Anita te reamo».