
Pelo largo que se mezcla con la barba, hace mucho que no encuentra agua para lavarse un poco él y otro tanto sus sabanas cruzadas como atuendo y unas sandalias humildes, parecen antiguas. Camina lentamente ingresando al salón que parece haber tenido anoche un fuerte altercado con un tsunami, los esqueletos de un embotellamiento habitan cada rincón, los envoltorios de turrones desafían desde la superficie del mantel húmedo de copas volcadas, el piso es una cinta adhesiva esperando apropiarse de tantas suelas que anoche escaparon de su pegajosa venganza pisoteada .
Suenan ecos fantasmas en el salón que murmuran palabras de paz, igualdad, fraternidad, amor, acompañados de coros de cristales que trasparentan las mentiras de los deseos de navidad.
De repente, se abre la puerta del salón, un señor en calzoncillos, musculosa blanca, con los pocos pelos que le quedan, alborotados, como alborotados sus pensamientos, enojado, exaltado, con tono amenazante increpa al joven de barba, pelo largo y sandalias antiguas:
– ¿Qué mierda hace usted acá, qué anda buscando?
– Disculpe mi tardanza, llegué caminando desde lejos, anoche ustedes brindaron por mi nacimiento y quise venir a agradecerles y compartir los deseos que aquí se expresaron e invitarlos a trabajar unidos por ese hermoso sueño.
– ¡Callate la jeta! Hippie mugriento, ladrón hijo de puta, ¡tomátelas, antes que te cague a tiros!
– Nuevamente le pido disculpas, quizá equivoqué el lugar, dios lo bendiga.
Se retiró del salón, atravesó la calle principal del centro de Esquel y egresa del pueblo, con sus sandalias antiguas, caminando por la banquina de la ruta, mientras el viento patagónico hace flamear sus sabanas túnica, piensa el de barba y pelo largo que la estrategia de su padre evidencia una falencia, tal vez dios no es perfecto o (duda), simplemente dios no existe.