
Qué ardua e invisible la tarea del candado y su amante, la cadena, sostienen, ambos, la tensión de las fuerzas camperas que pujan por la libertad de la tierra y las fuerzas arrolladoras que desde antaño empujan, no cesan, con hambre de seguir fagocitando las migajas de una riqueza que otrora fue de los criollos, del originario, de la historia sin historia.
Tratados dogmáticos y escupitajos ideológicos de ambas margenes del río de las sospechas del capital y la propiedad privada, han caído con fiereza sobre el candado y la cadena.
A ellos le adjudicaron, dolosamente, la división de los divididos, pero la tranquera y el palo del alambrado lo saben, hablan en silencio, no quieren ser castigados.
Qué miserable es el destino que le dio al candado y la cadena la fuerza de los hércules en las vastas extensiones de estas pampas, pero a la vez, los sometió a la impiadosa y denigrante tarea de partir en dos la historia y la posesión.
Llegará el día que ambos, cadena y candado, por la erosión del tiempo y el oxido, cederán sus fuerzas y caerán al pasto seco y desde allí secarán sus vidas en el mineral que será alimento de la madera que será árbol.
Árbol que, desde las alturas, soñará tierra sin cadenas ni candados.