
Haciendo gala de mi viejochotismo ilustrado, domingo a la mañana en mi escritorio, leyendo textos de filosofía, mientras tomo mate y algo me llama la atención desde afuera. Cerquita mio hay un joven árbol de cereza que tiene las uñas pintadas de amarillo para combinar su elegancia con el otoño, y una de las hojas, pequeña y arrugada, le suelta la mano al cerezo y hamacándose en el aire desciende lentamente hasta caer en la cabeza de un gorrión. El pajarito, muy de sombrero amarillo, vuela muy canchero hasta posarse en una canilla vieja, oxidada, que suelta una gota de agua melancólica de su boca de hierro herrumbrado, entonces la lagrima del grifo cae en un charco de escarcha que refleja una nube y el sol, al tanto que la gota con frío dibuja en ese reflejo la memoria del cosmos y se desliza, suavemente, como surfeando hasta el lomo de una tijereta abuela, con lentes culo de botella, que camina con cuatro bastones hasta el césped, donde se inclina para saludar a un bicho bolita sacerdote que va camino a la iglesia de los insectos a orar por el rocío y la gota de agua rueda por el lomo de la tijereta hasta dar con un pastito medio congelado por la helada y, como una catapulta, despide a la gota por el aire hasta enredarse con el polen en la pata de una abeja comerciante que vuela temprano, como para negociar antes que otros, con las flores de cardo que tienen sus sucursales de venta de recuerdos violetas en la región. La abeja, que la noche anterior estuvo de juerga en el cumpleaños del Río Percey, medio resaca en la cabeza, se distrae y choca contra la ventana de mi escritorio, pega la media vuelta y se va volando zigzagueante y borracha, pero la gota viajera del grifo queda aferrada al vidrio de la ventana, con miedo, mientras empieza a caer por el cristal y es ahí donde abro una de las hojas de la ventana, apoyo mi dedo en el el vidrio y la penita de agua se posa en la yema de mi dedo, la siento fría y la pongo en el borde del mate, entre las yerbas aún secas, pero tibias, en una esquina del recipiente que aun no fue salpicado por el agua del termo. Me gusta leer filosofía y tomar mates los domingos de otoño en la Patagonia.