
Baila mujer, al son de los huesos bufones y las sombras que gambetean al Barba, aquí nos arremangamos las tristezas y está prohibido enchufarle bozal a las carcajadas.
Tenemos un patovica que te hace cosquillas al entrar, usa bonete amarillo, pantalón verde y en las fiestas patrias oficia de Celestino con probada eficacia.
Mueve las tabas, bonita, que en este club Borges baila cumbia con Perón, mientras beben sin cesar el licor de las ironía al compás de una DJ sin manos que pincha discos con sus tetas colosales.
En este antro, cuando las penas se van a sentar les sacamos la silla y nos tiramos pedos con olor cuando los escribas y los vigilantes andan queriendo mufar este paraíso a estribor.
Shake, baby, shake, que aquí los amores que no volverán saltan de escote en escote y si te descuidas, los pezones le guiñan el ojo a los viudos que olvidaron el arte del beso en la mesita de luz sin luz ni mesita.
Así es doña, danzamos en absoluta desnudez mientras las bollocks se bambolean cual campanas en franca llamada de cortejo mientras en el medio de ambas, un flaco cabezón y tuerto, pispea en busca de las polleras más cortas y las perversiones más altas.
No tengas miedo a este coro de los loosers más championes, te aseguro no dañan ni una mosca, pero emborracharán de mimos tus caderas y tus verdaderos deseos de que, cuando saque el cogote el sol por el horizonte, un príncipe azul con lunares verdes, entre por la puerta de adelante, te saque por la puerta de atrás y, finalmente, tengan tres arboles, planten dos libros y escriban seis hijos.
Baila, princesa, al son de los huesos bufones y las sombras que gambetean al Barba, danza el baile Calavera.