
Te pido disculpas, princesa de escote en orsai, esta mañana cuando cacareaba Mozarts afónicos un gallo con la cresta a media asta, llegué cansado de andar galaxiando el oscuro cosmos hasta enguachar la luna para bajarla en señal de amor, pero al descender a la orilla del mar me di cuenta que sin luna las olas habían dejado de respirar y sus besos y despedidas a las arenas eran un recuerdo en el rumor de los caracoles tristes.
Seguramente me olvidaras ante el incumplimiento de tu deseo, es que he dejado rengo a los besos y poemas de los amantes que firmaban promesas de eternos abrazos, bajo el amparo de la Luna como testigo.
Por hoy, la luna comparte mi almohada y mi sábana, por hoy, la luna compartirá el pan y mi vino, por hoy, le rascaré la espalda oscura a la Luna para que duerma en paz y hoy, cuando el sol se vaya a apolillar, cargaré en mis brazos a la Luna y montado en un diablito de ventisca y arena, ascenderé al toldo del planeta y dejaré en merecida libertad a la elegante luna para que las olas vuelvan a hamacarse y los labios y manos de los amantes se entreveren nuevamente ante su pálida custodia.
Te pido disculpas, princesa de escote en orsai, no quiero ser el verdugo de la poesía.