(Leyenda patagónica)

En la ruta que va de Trevelin hacia Aldea Escolar, a mitad de camino, existe un desvío, es una huella humilde secundada por pastos bajos y retamas elegantes.
Enseguida uno se topa con una tranquera petisa, hecha de esperanzas de grillos y anhelos de bichos bolita y cuando uno la abre, las liebres danzan una clásica zamba, mientras señalan el camino que desemboca en la casa Don Ulises Barbosa.
Al llegar al lugar, hay que sacarse los zapatos y sentarse a tomar un té de rosa mosqueta en una silla de juncos jubilados, junto a Don Ulises.
Según cuentan las viejas crónicas de los exploradores patagónicos, Barbosa podía sentarse en la tierra y respirar entre las nubes.
Yo mismo llegué hasta ese lugar, no puedo asegurar que vi a Don Ulises Barbosa tan grande como las leyendas lo describen, no vi ningún gigante en aquel paraje, ero si puedo asegurar una cosa, en su barba posaba un cóndor que dormitaba y esa barba condensaba un rocío que sólo las nubes saben esbozar.
En la ruta que va de Trevelin hacia Aldea Escolar, a mitad de camino existe un desvío. Es una huella humilde secundada por pastos bajos y retamas elegantes.