
No hay nada más gratificante en las mañanas con pudor en las fiacas, que desperezar las dudas, cepillarse los dientes de los cuestionamientos, lavarse las caras de las inquietudes y sentarse a tomar unos mates con yerba de la sorpresa intelectual y agua calentita traída de la cascada emocional.
Al ratito nomás, vas a notar que los entripados del sentido común se aflojan y te dan ganas de ir al baño, sentarte en el inodoro de lo políticamente correcto y cagarte en las certezas, para arrancar un día sin candados ni bozal en las fauces de tu existencia.