
Al fin primavera en Patagonia, los frutales florecen en las plazoletas, las veredas se empiezan a maquillar de fragancias y colores, pero a mi jardín literario otra vez se le chifló la imaginación.
Nuevamente, cerca de la planta de grosella, entre el césped peinado, nace una plantita de león muy especial, ruge a quienes pasan por la vereda, bebe la escarcha de la madrugada y se enoja con los perros que lo tratan como planta.
Mi diente de león ruge, es el rey de mi barrio y me defiende de los que ya no creen en la magia.
Como me gustaría, tener tu libertad, tu puro sentido del humor.