🏔 Leyenda patagónica 🏔

Según la tradición oral, los arroyos patagonicos de alta
montaña están habitados por unos seres escurridizos, pero no por ellos
menos importantes, los Mundris.
Bisabuelos y puesteros viejos que
realizan la veranada, suelen llevar a los nietos a los hilos de agua que
descienden de las altas montañas, para que conozcan a los guardianes
del ciclo del agua y de la vida.
Los ancianos invitan a los pequeños a
esconderse cerca de un arroyito cualquiera, espumoso y blanco
(supuestamente por el caudal y la velocidad en bajada del agua), detrás
de alguna lenga o de una retama. Entonces, les aconsejan no hacer ruido y
concentrarse, respirando despacito, en la parte blanca en la superficie
del lecho.
El hijo de un amigo mio, me contó que Don Lautaro,
puestero de un campo cerca de la laguna Villarino, lo llevó a
incursionar en esa travesía y dijo con una sonrisa suave dibujada en su
rostro, que conoció a los Mundris.
Son seres pequeñitos, me dijo, que
se visten con unas túnicas blancas y cuando arrancan su misión desde la
cima de una montaña, lo hacen jugando, alborotados, empujándose unos a
otros hasta que llegan a las cercanías de los poblados y se cubren
completamente de esas túnicas blancas para pasar desapercibidos
haciéndose pasar por espuma, dispersandose por los campos y los
jardines, vertiendo las gotas de agua que beberán plantas y animales.
En
las planicies, una vez concluida su labor, los Mundris esperan el calor
del sol para utilizar sus túnicas blancas y elevarse hacia los cielos,
unirse en grupo formando lo que conocemos como nubes y esperar la
descarga en forma de lluvia o nieve sobre las montañas, otra vez, para
comenzar el ciclo hermoso, vital, del cual estos pequeños seres son los
guardianes.
Desde que conocí la leyenda, cuando me acerco a los
arroyos, silencioso, veo agua con espuma, pero también veo a los Mundris
jugando y custodiando el agua.