
Lo escuché en el rumor del silencio, me habló a través de los cientos de pinceles secos que brotaban, señalando el azulejo del cosmos, desde aquel sauce, gris, dormido en el bostezo de un invierno sin memoria.
Árbol obligado a no olvidar de beber, aún cuando los verdes varios duermen en agonizante espera la primavera.
Desde la cima de la montaña hacia el valle monta el agua inquieta al prolijo cauce. Saluda el sol el cachetazo del viento a los algodones peregrinos, copos tan efímeros como estas palabras que migran los cielos trasladando en sus alforjas desbordantes de humedales, el ciclo vital.
En la orilla de nuestros sueños, nos sueñan las cuatro estaciones, que imitan un guión escrito en la vertiente de todas las vertientes que vierte en el vientre de las sangres y las sabias, la memoria del agua.