💔 Pucheros de un gil en pantuflas 💔

Asoma el flequillo sus rayos en el horizonte y apenas nos rasca la persiana el as de oro, salen a desperezarse nuestras mañas y se liman los colmillos los caprichos con resaca.
Hay que pasarle la escoba mojada con pasta dental al comedor, salpicarse al escracho con tres chapuzones y le pedimos pista a las ojeras del que habita el espejo del baño que tanto se parece a nosotros, para salir a pataparrear alpargatas por el mundo que, ansioso, nos espera en la vereda de la city para pararnos de pechito y patearnos de taquito hasta la zurda del destino que jugará a las gambetas con el azar en ese picadito loco en el potrero cósmico.
Rumbeamos penas y sonrisas camino al trabajo donde nuestro tronpa se calza la máscara del Señor Burns.
Aunque la bragueta no se queja de hambre ni sed, por estos días andamos a dieta de amores y a pesar de haber lanzado carnada al río de las entrepiernas sin candado, ni las polleras largas como el suspiro de Romeo pisan el palito.
Así, sin ton ni son, bajo el techo de la tarde regresamos al rancho, previa ronda de tragos con amigos que escriben novelas semejantes a esta, pero que el editorialista celestial no se anima a publicar por miedo a no vender ni medio ejemplar.
Ya en casa, dos chuletas de soledad con ensalada de melancolía son acompañadas luego por un whisky fiel que masajea la espalda de esta espera silenciosa. Mejilla en la almohada, parpados que se entregan al sueño sin chistar y Dolina, allá al fondo de la amplitud modulada que dice
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“El mundo es una inmensa perversidad hecha de ausencia, uno no está en casi ningún lado, sin embargo en medio de infinitas desolaciones existe una buena noticia: el Amor”.
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Y así pucherea esta esperanza, hermano, con la sonrisa suave que se duerme soñando que mañana, la mitad fría del somier será sólo un mal recuerdo.

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