
Las siestas borrachas del Sur, cuando aletea el verano, andan zigzagueando sus brotes al sol, bostezan brotes de aljaba al costado de una huella con polvo e historia, allí donde las bandurrias ancianas se beben los secretos del cielo y los cascaduros tercos no aflojan en dar vueltas y vueltas al mundito de caquita que arrastran con sus patas caseras.
Vengan al Sur, amigos y amigas, juro por el sudor de las estrellas que anidan en la patagonia, que tenemos el mejor elixir para convidarles, es el licor de viento, esperanza y esfuerzo, que se mezcla con dos chorritos de lagrimas de nubes guachas y se bebe, lentamente, mirando la migración de los ñires en vuelo hacia los territorios donde descansan las moralejas de los originarios.