
Adriana aguarda todos los años la llegada del otoño.
Piensa ella, que las arboles se cansan de esperar que los hombres aprendan a dialogar con el bosque, es entonces cuando lloran hojas secas hacia el desgarre de la tierra.
Sueña ella, que algún día los niños del valle subirán a jugar al bosque y, en un descuido de los vientos guardianes, comprenderán los textos grabados en las cortezas de los arboles.
Entonces, se viste de lágrimas amarillas que visten al bosque y teje la paciencia de las estaciones y sus ciclos.
Adriana aguarda todos los años la llegada del otoño.