
Me gustaría ser como el maitén de mi barrio, cada otoño, cuando se despeina el jopo de sus tristezas al son del viento del tiempo.
Me gustaría ser como el maitén de mi barrio, cada otoño, cuando sonríe al ofrecerle al suelo, con sus hojas lagrimas, el alimento de las raíces con hambruna.
Me gustaría ser como el maitén de mi barrio, cada otoño, cuando cierra los ojos, al dormir, sin morderse los labios en el rencor de los amores perdidos, besando la mejilla de las penas y las alegrías que van y vienen, según el vaivén del antiguo almanaque.