
Como una tos universal, esa patota de aires prepotentes, me pasó a llevar silbando heavy metals con el filo de las hojas de los arboles de mi barrio, y en mi descuido somnoliento me arrebató dos recuerdos de desengaños con canas, un viejo amor del que no recuerdo sus besos y un no quiero ser tu novia en la vereda del cine Coliseo.
Pero la misma brisa musculosa, sin pedir permiso, dejó enredado en el maitén de mi jardín, un par de historias de amor con final feliz que le devuelven al viento patagónico su caprichosa razón de ser.