⏳️ Canilla en un patio olvidado ⏳️

En la esquina más lejana del patio de mi abuela, donde bailan el dos por cuatro las hojas secas con el flequillo del viento, asoma el cogote oxidado y flaco de una canilla vieja, algo arrugada por el sol y la lluvia.
Todas las mañanas, cuando el mundo saca a orear la vida, la canilla tose dos o tres gotas de agua cristalina, fresca.
A veces, una oruga ciega aprovecha a beber, pero casi siempre mi abuela levanta las gotitas y las pasa suavemente por sus labios agrietados por los otoños.
Según me dijo cierta vez, son las lágrimas de un patio melancólico en donde ya no corren ni hacen barullo los nietos con sus amigos. Algunos han crecido y se han ido a ciudades supuestamente más prometedoras, otros han muerto ya.
Mi abuela no está triste, sabe que esas gotas de agua son el mar de sus recuerdos, el río de su porvenir.
Ojalá que esa canilla nunca deje de toser agua y recuerdos.

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