(Leyenda patagónica)

Mientras tomo mate acompañado por un par de scons, quiero convidarles esta historia patagónica, sentado en mi casa de Esquel.
Cabe destacar, antes de continuar, que no existe documentación alguna
sobre la existencia concreta del sujeto culinario en cuestión, sólo
algunas tradiciones orales que aun pueden ser escuchadas entre los
conocidos y amigos de ciertos Maestros panaderos.
En Trevelin, sus
vecinos suelen contar entre dientes sobre algún cuñado, un amigo cierta
ex novia que alguna vez mordieron el Scon sagrado; al parecer se trata
de un scon particular, que aparece cada tanto como uno más de los
clásicos productos gastronómicos de la región de amplio consumo entre
los Galeses y descendientes de los mismos, pero que contiene propiedades
ancestrales mágicas. No hay opiniones unánimes acerca de la materia
prima de la cual está hecho el mencionado Scon ni que hechos motivan su
repentina aparición en platos de casas de té, bolsas de pan de casas
familiares y ciertos canastos de mimbres en las panaderías.
Quien
muerde el Scon sagrado, inmediatamente sufre una transmutación mental
(hay quienes aseguran que también física), por la cual pasa a ser
inmediatamente un ciudadano de otro pueblo o ciudad de la región, como
el ejemplo que escribió Enrique Evans en su libro de crónicas
patagónicas “Abrojo en los cordones”, en el capítulo último llamado “El
scon de mandinga”, donde en uno de los pasajes reza:
“…y de repente, mi suegra mordió el scon con la fuerza de un hipopótamo, entonces sin mediar tiempo mas, me miró a los ojos y me dijo – Muy rico, me llevo una bolsa para la familia en Gualjaina – siendo que mi suegra era nacida, criada en Trevelin y jamás había conocido Gualjaina y no poesía parentela alguna en dicha población de la meseta patagónica…”
A partir de ese bocado, la suegra de Enrique se fue a vivir a Gualjaina
donde, según afirman ciertos parroquianos, lleva una digna vida como
Docente; aunque otros aseguran que ese capítulo del libro, en realidad,
es un lava culpas de Enrique por haber mandado engañada a su suegra a
Gualjaina sin pasaje de regreso y ocultando durante décadas ese dato a
los trevelinenses.
Lo extraño de los prodigios operados por este
Scon sagrado es que las modificaciones demográficas entre parajes,
ciudades y pueblos, aparentemente no produce ningún desbarajuste en los
documentos de los respectivos registros civiles, salvo en un caso
conocido como el testimonio “Payalef”, donde se recuerda a Nahuel
Payalef sentado con su familia tomando un café con leche en Trevelin,
cuando de repente dejó deslizar sin motivo aparente la frase “Ah no hay
nada más rico que un buen café con leche en mi querido Colán Conhué”.
También se sabe de muchos piratas y fiesteros casados que, de vuelta a
sus hogares con la camisa desprendida, rush en el cuello y perfume de
mujer en la ropa, gritan ante su mujer el horror de haber ingerido el
misterioso Scon.
No ingresaré en los laberintos de los dogmas
científicos para negar esta leyenda patagónica del Scon sagrado de
Trevelin, sólo advertir sobre la cercana posibilidad por la cual pueden
rozar los paladares trevelinenses en caso de cruzarse, mordiscón
mediante, con el mencionado bocado típico de la localidad de Trevelin.
Tal vez la modernidad y las nuevas tecnologías imprudentemente ocasionan
trastornos de identidad en los pobladores que pierden su contacto real
con su tierra por andar mucho tiempo interneteando por las redes, pero
sinceramente esta ultima aseveración no convence a alguien tan racional
como yo.
Gracias por prestar atención a estas palabras, es hora de
publicarlo, cambiar el agua del mate y comer otro scon más desde aquí,
de mi querido pueblo de Fofocahuel.