🧉 Mi primitiva resistencia 🧉

Me gusta primerear al sol y ganarme una butaca en la platea especial de este teatro imaginario, para esperar el concierto gratarola de las aves homenajeando al rocío.
El agua que fue canas en la cabeza de una montaña es, en el rumor del fuego y el acero, espectro de vapor con melancolía, pero también alboroto de calor precipitándose en la boca de un viejo mate de madera rasgado por las rondas que han tallado su ser y su espíritu.
La orgía suave y verde que ostentan el agua y la yerba paren el ritual que aquellas voces lejanas, compañeras, invisibles, me conversan desde la garganta de una radio enclenque que aun se anima a cargarse al lomo un par de pilas para yugar su ardua tarea etérea.
Como un asceta, en este rincón de la Patagonia, confieso mis primitivos placeres cotidianos, mientras la tímida luz del día se cuela entre las telarañas del arbusto y las aves despegan a ganarse el pan de cada día, mientras yo, que pretendo escribir alguna vez un texto de resistencia con la dignidad de un escritor, sólo puedo conformarme con tomar otro mate, mirar por la ventana y sonreír agradecimiento al horizonte que todavía me abraza a la distancia.

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