En el solitario ritual de los mates mañaneros, por cada sorbo de existencia dos o tres fantasmas de vapor emergen de la superficie de la pequeña laguna calentita, en ese amanecer espectral de espíritus que se la rebuscan para ser libres de entre los palitos de yerba.
Mientras se elevan en danza brava, alejándose del mate y de mi, se dispersa su existencia para ser carne de poesía en estos trazos que serán bebidos por otros labios, por otras yerbas, por otras existencias solitarias.